jueves, 9 de octubre de 2014

Sueño de invierno (Winter Sleep). La moral o la falta de ella.

Título original:
Kis uykusu (Winter Sleep)
Año:
2014
Fecha de estreno:
10 de Octubre de 2014
Duración:
196 min
País:
Turquía / Francia / Alemania
Director:
Nuri Bilge Ceylan
Reparto:
Haluk Bilginer, Melisa Sözen, Demet Akbag, Nadir Saribacak, Ayberk Pekcan, Nejat Isler, Tamer Levent
Distribuidora:
Golem


Cuando tuve la suerte de visitar Capadocia, allá por mayo de 2009, descubrí un paisaje que se queda grabado en la memoria. Desde luego pensé que un lugar así quedaría genial en una película. Mira por donde, cinco años más tarde, viene Ceylan y convierte ese pensamiento en una magnífica película ganadora en Cannes. La más larga hasta la fecha de las que han ganado el premio (y la segunda turca, previamente se adelantó Yol en 1982), por cierto.
Y es que, de las muchas cosas destacadas que tiene Sueño de invierno, la primera que te llama la atención es esa Capadocia nevada, y, haciendo honor a su nombre (Capadocia en turco significa “tierra de buenos caballos”) la primera imagen que se queda clavada la del caballo. Bueno, miento, la segunda. La primera que me ha absorbido por completo ha sido ese zoom lento a la nuca del protagonista hasta fundir a negro y meter el título de la película. El primer símbolo de muchos, declarando en este caso que la película se cuece más dentro de sus cabezas (y en su verborrea) que en sus gestos y acciones.

Los que conozcan ya al bueno de Ceylan, autor turco ya de renombre por derecho propio, sabrán que su cine no es para todos los paladares. Por fortuna para los cinéfilos, esta película tiene dos elementos que espantan al ciudadano medio de acercarse a su visionado: su nacionalidad y su duración. No creo que mucha de esta gente que va en masa a la Fiesta del cine pero luego nunca más se acerca en el año a una sala elija precisamente una película turca de 196 minutos donde casi toda la acción es hablada. Y eso que en este caso, y al contrario que en Érase una vez en Anatolia, la película no es tan contemplativa, pero indudablemente se exige un mínimo de predisposición del espectador.
Pero bueno, adentrémonos en materia.


Reconozco que no fui de ese gran sector que engrandeció y alabó su anterior película, la citada Érase una vez en Anatolia, me pareció estirada desmesuradamente y al final un poco plomiza, para qué engañarnos, pero en cambio sí había disfrutado Tres monos, así que su flamante Palma de oro recién adquirida tampoco me suponía demasiado hype, iba con cautela. Pero ya con los primeros compases la cautela dio paso al deleite.
Sí, son 196 minutos, y no diremos que se pasan volando, pero tampoco dan la sensación de estirados, todo lo contrario, Ceylan se toma su tiempo para explicar lo que quiere explicar porque quiere contarlo bien. Y ojo, la versión primera eran cuatro horas y media, pero luego se acabó dejando en las tres horas y cuarto finales. Pero como digo, Ceylan no se impone duraciones ni largas ni cortas, cuenta la historia que quiere contar, le lleve el tiempo que le lleve. Y la cuenta tan bien que, por eso, la duración no es ningún impedimento.

Pronto empiezan a surgir personajes que van conformando distintos perfiles del ser humano, lo que enriquece mucho el relato mirado en perspectiva, ya que será casi tarea imposible que el espectador no sienta como propio alguna de las posiciones de estos personajes durante la película, y así, nos veamos abocados sin remedio alguno a la reflexión sobre nuestras actitudes ante la vida.
Desde el protagonista, Aydan (que en turco significa “Intelectual, culto”) un ex actor egoísta e hipócrita, su mujer Nihal, una mujer aburrida que hace obras de caridad sólo para llenar su tiempo libre, la hermana de Aydan, Necla, recién divorciada y persona bastante intransigente o el borracho Hamdi, que bebe para paliar su vergüenza desde que los policías le pegaron delante de su hijo al intentar detener la expropiación de muebles por no pagar el alquiler a Aydan.
Todos son personajes bien tratados y con trasfondo, lo que los hace palpables y cercanos, seres con los que sus incesantes diálogos llenos de palabras barnizadas con cinismo para parecer menos dolorosas pero igualmente afiladas como el más mortal de los cuchillos nos hagan mella y no nos dejen indiferentes.


Podría parecer a veces que tanto diálogo y referencias a Shakespeare, tanto en el nombre del hotel que regenta Aydin (Othello) como citando frases suyas o el título de la película, que estamos ante una inspiración más sobre los escritos del famoso dramaturgo, pero en realidad quien tenía en mente Ceylan al escribir junto a su esposa el guión de Sueños de invierno es a Antón Chéjov, aunque sólo como base dos o tres de sus relatos breves, adulterando muchas cosas a su antojo. Acompañando a las imágenes, suena repetitivamente la sonata nº 20 de Schubert, una delicia de escuchar y muy bien empleada en cada situación. También hay un guiño a El idiota de Dostoievsky, pero sin duda a ningún amante del cine se le escapará que esos conflictos de pareja y la intensidad alcanzada recuerda al mejor Bergman. Todos nombres grandes a los que Ceylan hace justicia, ahondando en la condición humana de tal forma que más de uno se arrepentirá de su visionado, no por no disfrutarlo, sino por las miserias personales que le descubrirá y que no creía tener.

8/10

5 comentarios:

  1. el borracho Hamdi, que bebe para paliar su vergüenza desde que los policías le pegaron delante de su __ hizo al intentar detener la expropiación de muebles por no pagar el alquiler a Aydan.

    Te reproduzco este trozo de la crítica porque entre su e hizo te deben faltar algunas palabras, por lo demás una estupenda crítica, habrá que ir a verla si es que la ponen en los Babel porque en otros cines no creo.

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  2. No falta nada, era simpelmente cambiar "hizo" por "hijo" xD
    A este paso te vamos a contratar como detectora de erratas xDDD

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  3. Y sí, la película tiene mucha pinta de ser de Cines Babel, a ver si tienes suerte y la ponen!

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